Juego por las que jugaron antes que yo y por las que vendrán. Por las 24 chicas que me dieron voz y sueños en aquel pabellón de “As travesas” cuando solo tenía 11 años. Celta Indepo – Barça, 2006.
Juego porque para hacerlo no necesito ser estrictamente la mejor, pero sí desearlo; y porque tal vez en algún lugar haya una niña o niño que encuentre su voz al vernos. Por poner mi grano de arena y hacer más grande esta montaña en la que hoy me encuentro, para que las que vengan detrás de mí puedan subirse a ella y ver más allá, más alto. Más lejos.
Juego sobre todo, porque me inspira. Porque el orgullo no se compra ni se vende. O se tiene o no se tiene. Y por las 138.004 licencias de mujeres y niñas, por eso también juego. Corro 50 kilómetros cada semana, porque para eso solo necesito piernas y la determinación de poner un pie detrás del otro, y luego otro y otro. Y después otro más. Y así unas 50.000 veces aproximadamente.
Entreno tanto y tan duro por lo que no puedo ver, pero sí sentir. Y es que la emoción de estar aquí, ahora, en esta liga, ni se compra ni se vende.
María Centeno